Anna es una mujer inquieta, incapaz de conseguir el equilibrio en su vida, empeñada en llenar su diario de experiencias bonitas, en las que no se reflejen sus frustraciones. En esas páginas quiere plasmar cada noche, justo antes de irse a dormir, lo mejor que le ha sucedido ese día, si es que realmente ha ocurrido algo interesante. De este modo, sin darse cuenta, comienza a recopilar sus peripecias vitales, seleccionando primero lo positivo, y maquillando después lo negativo, para no estropear el relato, que necesita mantener un estilo deslumbrante, como si fuese uno de esos anuncios tan atractivos que ella escribe cada día en su trabajo. El resultado de todo esto es que el diario de Anna está impregnado de ironía, aderezado con un sutil sentido del humor, salpicado con algún momentito dramático, de esos que solo se aprecian leyendo entre líneas. Anna se considera todo un personaje, aunque con un papel secundario. Tiene muy claro que va a seguir soñando, y no parará hasta que llegue a ser protagonista, al menos de su propia vida.