«-¿Entonces, no lo harás?- le pregunté con una mirada suplicante. -Te amo, pero eso es demasiado- me dijo ella aún agitada. Respiré hondo antes de decir. -Por favor. Te amo. -No lo sé... ¿No es humillante? -¿Humillante? Claro que no, no si nadie más que nosotros dos lo escucha. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. -Bien. -Entonces, hazlo, llámame Daddy.- contesté con una amplia sonrisa llena de malicia, y entonces lo hizo, hizo lo que tanto le había suplicado.»