Los diciembres están malditos, desde hace años que lo están; todos se sienten vacíos desde que uno deja de ser niño y comienza a crecer, sin poder volver atrás. Sin embargo me volví más fiel a esa teoría desde 2019, pues ese año fue cuando sucedió.
Con un "clic" había dicho Ethan en ese entonces, confesando que la primera vez que hablamos sintió como si hubiera conectado con algo, con alguien, conmigo; he de decir que me burlé en ese entonces porque lo vi tan ridículo que la risa se me adelantó, pero hoy, casi cuatros años después me di cuenta de que yo también lo había sentido, sin embargo nunca se lo había dicho.
A casi un mes de este nuevo diciembre no puedo evitar pensar en él, y eso que dejamos de hablar hace medio año, sin embargo su recuerdo se mantiene intacto, haciéndome cuestionar si este será el nuevo invierno de tortura que me espera, pues el primero fue a finales del año pasado, y dolió tanto que sé que me marcará para siempre, tanto que decidí escribirlo. Decidí escribir acerca de él. De mí y de él, y de una inevitable destrucción mutua de dos personas que tan diferentes, no pudieron encontrar su punto en común.