Desde que te habías mudado a ese apartamento, siempre tenías la sensación de que alguien o algo te vigilaba atentamente cada vez que estabas en casa, haciendo que la piel se te pusiera de gallina por el miedo. Lo que nunca te habías imaginado era que esa presencia pudiera provocarte también tanto placer. [No está permitida la adaptación, traducción o publicación de esta obra en otras cuentas o lugares]