El tiempo no podrá curar jamás las viejas huellas de la infancia, esas que se quedan grabadas en lo más recóndito de nuestro interior. A veces quienes deberían protegernos y brindarnos afecto, son quienes nos dañan. Los fuertes, lo son por haber vivido infiernos. Pero siempre existirá, por mucho que cueste creerlo, una mirada que le devuelva el sentido a la existencia, la gracia, la pizca de alegría que todos necesitamos para seguir adelante, esa chispa, aquella motivación, ese latir en nuestros corazones que nos haga decir: por esto voy a luchar, yo por esto voy a seguir y no me rendiré. Protegeré lo que me importa, ignorando las consecuencias, fiel a mis principios por los siglos, de los siglos.