La razón de quererlo, fue que nunca hubo una, admiraba su risa o su voz, sus manos o el sabor de su café. Incluso sabiendo eso, nunca existió una razón por la cual lo quería. Su simple presencia iluminaba cada parte de todo en ella, como fuegos artificiales, lo malo, es que luego viene el humo del recuerdo. ¿Ella lo sabía?, o ¿debería haberlo sabido?