Tristan era todo lo que había querido para una cita de una noche. Era un tipo que hacía que se te derritieran las bragas con un cuerpo esculpido por los dioses griegos y un amante de la charla sucia que me dejaba jadeando y rogando por más. Mejor aún, me daba el mejor sexo contra la pared y con gemidos que nunca había tenido en mi vida. Después completamente me humilló una vez que todo estuvo dicho y hecho... Cuando supe que mi dios del sexo no era otro que Tristan Blackwell, el heredero billonario del famoso imperio bancario y un playboy notorio conocido por siempre tener lo que quiere, nunca quise verle de nuevo. Ni en un millón de años. Desafortunadamente, la suerte nunca ha estado de mi lado...