8 Partes Continúa Cada mañana, Elena llegaba al mismo café a las 8:15. Siempre pedía lo mismo: capuchino con canela, libro en mano, mirada al ventanal. No hablaba mucho, solo sonreía si alguien se le acercaba.
Tomás, el barista nuevo, notó su rutina desde el primer día. Cada café que preparaba para ella lo hacía con esmero, dibujando corazones con la espuma, aunque ella parecía no notarlo.
Una mañana lluviosa, Elena llegó sin libro. Lucía distraída, con los ojos ligeramente tristes. Tomás se armó de valor. Le sirvió su capuchino, pero esta vez escribió algo en la taza:
"Si hoy no hay historia en tu libro, quizás podamos escribir una aquí."
Elena levantó la vista y lo miró por primera vez, realmente lo miró. Sonrió, tímida. Se quedó sentada, y cuando él salió a recoger las mesas, ella dijo:
-¿Tendrás tiempo para contarme la primera línea?
Él se sentó frente a ella. Desde entonces, el café se volvió para dos.