La vida está marcada por palabras, recuerdos, deseos, y hasta sueños por cumplir.
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Pero al mismo tiempo por fracasos, derrotas, debilidades y esas mismas palabras que en dependencia del que las dice y la forma en que lo hace puede construir o destruir.
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En no pocas ocasiones me encontrado en ambas situaciones. Unas veces me siento en la cumbre y otras tantas a unos 6 pies bajo tierra.
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Lo cierto es que la vida me enseñado a valorar tanto las cosas que tengo, a dar la gracias por todo lo que he logrado que hasta me cuestiono las numerosas veces en que me quejaba por situaciones que simplemente no podía controlar.
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Hoy siento que soy más racional, que me he convertido en mejor persona, que he logrado controlar mis arrebatos de andar siempre queriendo arreglar el mundo.
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Hoy me preocupo por cosas tan sencillas como el hoy, el disfrutar cada paso de proceso, el ser feliz.
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Cuando siento que mi mundo va cuesta abajo hago una pausa, respiro. Miro todas las cosas que he logrado, doy las gracias y ahí siento tanta paz que todo lo que me atormentaba encuentra una respuesta y una solución de inmediato.
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Ya no me estreso por situaciones que no puedo controlar, ahora estoy enfocada en resolver lo que está a mi alcance. Este ejercicio practicado durante 2 largos años, a mi me ha salvado la vida.