Su nombre estaba prohibido, aunque viera su rostro todos los días. Estaba prohibido para sus pensamientos aunque su boca lo pronunciara como si hubiera un peso en él que no la dejaba respirar. Estaba prohibido para su cuerpo aunque clamara por el cada segundo del día. Estaba prohibido para los suspiros anhelantes que contenía las veces que le llevaba algún postre especial solo para ella. Estaba prohibido. Eso era todo. Nami no podía permitirse sentir algo por Sanji, y el mismo se lo recordaba las veces que coqueteaba descaradamente con cualquier chica que se le atravesara por el frente. Sin embargo, una misión extraña en una isla misteriosa podrá a Nami en problemas con sus conflictivos sentimientos pues en la isla de las mentiras nadie puede mentir y pronto la pelirroja dejara al descubierto que Sanji deseaba protegerla tan fuertemente como ella deseaba ser protegida y amada por el rubio coqueto que se había llevado su débil corazón.
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