El corazón se me detuvo. La respiración se me aceleró. No. ¿En serio era él? Mi justiciero desconocido estaba en el mismo lugar que yo. Una morena estaba encima de él, tratando de llamar su atención pero estaba empeñado en no quitarme la vista. Un amago de sonrisa apareció en su rostro, casi elevando la comisura de sus labios. Sin embargo, fue reemplazado rápidamente por su semblante sombrío e impenetrable. Tragué saliva, tal cual como lo hice hace cuatro años cuando me salvó.