Siempre había imaginado que su reencuentro con Aniue sería una escena dolorosa, en la que ambos pelearían y se separarían de forma definitiva. Nunca se imaginó que sería de esta manera, con los grandes ojos de borrego mirándolo con confusión y el sintiendo que le agarraría un ataque cardíaco por la ternura de la personita frente a el. Michikatsu había vuelto. Había perdido mucha de su altura y su cuerpo no reflejaba su edad, pero el instinto de gemelo le decía que el niño frente a el indudablemente era su Aniue.