Es curioso cómo funciona la mente de los adultos cuando encomiendan mandados a un niño, pensando que con simples advertencias y esclarecidas indicaciones sería suficiente para mantenerlos a salvo de los peligros que acechaban en el mundo. Si lo pensamos ahora, es bastante obvio que nada de lo que dijo la madre a Caperucita podría evitar lo que sucedió en el cuento.
Fue un accidente, dijeron.
Había una madriguera cerca, así que defendieron su hogar, informó el alguacil.
No podrían saberlo, a veces pasa, consolaron en voz baja.
Si ellos se sienten amenazados, defienden su hogar, es su instinto, le aclararon a Minho mientras llenaba una forma con sus datos.
Él sabía lo que vio y sabía, a ciencia cierta, que los animales que asesinaron a su hermano y sus amigos no eran normales.
Un lobo no era capaz de caminar sobre sus patas traseras.