Harry observaba escondido entre las hojas a aquel gran y extraño ser. Había ido allí por años solo para verlo e inevitablemente cada día se enamoraba más y más. Estaba consciente de que su amor era imposible, pero no era como si pudiera detener sus sentimientos. El rizado provenía de los P’vok’rik, una raza de diminutas "personas" que tan solo medían 15 centímetros de alto. Sin embargo, ser de cuerpo pequeño no evitaba que Harry tuviera un gran y bondadoso corazón. Soltó algunas lagrimas, las vio deslizarse por las hojas y morir en la tierra ¿Así sería su vida? ¿Estaría enamorado de por vida de alguien que ni siquiera sabía que existía? Tenía una solución pero no quería hacerlo si significaba abandonar a su familia. Era una tradición que al cumplir los 18 años, a los P’vok’rik se les otorgaba un deseo que podría ser cualquier cosa si el individuo lo deseara con su alma. El pequeño dudaba en querer crecer y convertirse en humano. Sabía que sería feliz creciendo, pudiendo al fin hablar con el dueño de esos hermosos ojos azules, pero también temía en dejar a su familia, e ir a lugar completamente desconocido donde se sentiría vulnerable. Inevitablemente su amor traspasaría las barreras que los separaban, tendrían obstáculos, nadie lo negaba. Pero... ¿podrían estos seres de mundos tan distintos, mantener la llama de su amor viva?