Era como la droga que necesitaba cada día, un detonante, una tormenta envuelta en furia, algo necesario. Pero esto me destruiría y la necesidad de elección se hacía visible, guerra o libertad , amar u odiar.
A esa imagen que se reflejaba en un cristal frente a mi le diría que era indestructible, aún cayendo ante los pies del demonio al que guardaba tanta pasión.
Respecto a él, hay dos palabras que lo definen, inimitable y dolido. Si, un ser sin comparación ni imitación, donde bajo esa capa de frialdad y dureza esconde su más grande dolor, su eterno sufrimiento, un recuerdo sujeto hasta el día de su fin.