Todo empezó con el nacimiento de mi sobrino, antes de eso yo estaba bien. Es decir, no excelente, pero razonablemente bien. Pero entonces llegó él con sus ademanes de chico bueno, su carita de ángel, sus chupetas, sus sonrisas enigmáticas, sus ojos color miel y sus verdaderos misterios; y fue cuando el propósito cambió por completo su objetivo. Yo sólo quería un bebé, ciertamente no necesitaba meterme en un gran embrollo para obtenerlo ¿verdad? Pero tenía que hacerlo al estilo de los Hassan, tenía que hacerlo complicado y volver la búsqueda del bebé un campo minado de malos entendidos. Y por supuesto que tenía que involucrar en el proceso al hombre de las chupetas, porque... ¿qué hay de interesante en lo convencional? ¡Nada! E incluso lo convencional quizá termina por ser la respuesta adecuada... o no.