Como tantas otras comedias de nuestro teatro, la presente-publicada en 1619-se basa en un hecho histórico: en 1476, los vecinos de Fuente Ovejuna (Córdoba) tomaron venganza, en la persona del comendador de la Orden de Calatrava, de las vejaciones inhumanas que aquel les hacía padecer. La crónica de Rades y Andrada narra prolijamente la justicia hecha por los aldeanos y la pesquisa ordenada por los Reyes Católicos.
Culmina en este drama el espíritu rústico y primitivo, que animó los ternas populares, muy activos dentro del teatro de nuestro siglo XVII, siglo próximo a la Edad Media tanto por su pensamiento como por la forma de sentir la vida. Otras comedias de Lope poetizan la caballerosidad o la altivez aldeana (El alcalde de Zalamea, Peribáñez, El mejor alcalde, el rey, El villano en su rincón, etc.); Fuente Ovejuna, empero, tiene como héroe a toda una villa, cuya fisonomía va concretándose en una firme progresión y acaba por adquirir tremenda e indivisible personalidad.
Los aldeanos se rebelan contra una autoridad de privilegio y se someten a la monarquía nacional, que a la sazón representaba la uniformidad de la ley, un ideal más amplio, una mayor garantía de justicia para el pueblo. De esta suerte, el drama es de una profunda lógica dentro de la historia: los vecinos de [6]Fuente Ovejuna dan a su pleito la única solución jurídica y democrática entonces posible. Si solo pensáramos que se trata de un cambio de señores y que la villa aclama a la autoridad que, con bárbara tozudez, desgarra las carnes de sus habitantes, entonces nos parecería poco motivada aquella grandiosa conspiración.