Riley está en graves problemas, lo sabe desde el momento en que su madre entra a su habitación y la obliga a empacar sus maletas, puesto que se irá a vivir a Los Ángeles con su hermano mayor una temporada. La idea no le emociona en lo absoluto, su hermano no es más que otro desconocido para ella, puesto que perdieron el contacto hace años, cuando sus padres se divorciaron. Lo único que sabe de él es que vive en un bonito apartamento en la ciudad con algunos de sus compañeros de equipo, que es uno de los beisbolistas más famosos y que su equipo actualmente tiene bastante éxito, o al menos eso dicen en el canal de deportes que a veces observa en las mañanas. Lo único que sí sabe de él con certeza, es la ridícula enemistad que tiene con uno de sus compañeros, Malcom Williams. La prensa adora hablar de todos sus conflictos. No cree que cambiar de ciudad sea lo mejor, no cuando el pasado la acecha, no cuando el accidente de hace algunos años sigue arrastrando sus secuelas. Sin embargo, Los Ángeles no son tan malos, no cuando un problemático beisbolista puede enseñarle las partes más divertidas de la ciudad. Problemático, mujeriego, fiestero. Esas son unas de las cualidades que mejor definen a Malcom Williams, pero también es uno de los mejores beisbolistas que el mundo ha conocido. No conoce sobre límites ni consecuencias, al menos no hasta que cierta pelirroja empieza a enseñarle sobre modales. Ambos cargan con terribles consecuencias de su pasado, el reloj corre y se acaba el tiempo en el campo, ¿qué pasará cuando todos se enteren del accidente de Riley? ¿será eso un strike total en lo que haya construido con Malcom? El marcador muestra más puntos en contra que a favor, sólo un home run cambiaría las cosas a favor de Riley.