El ruido de los zapatos resuena por toda la sala. El eco de sus pasos sigue el ritmo de mis latidos, me acelero cuando se acerca a mí. El pitido del electrocardiograma también se acelera, e intento aparentar la calma inducida que ellos creen que han conseguido entre jeringuillas. Oigo cómo la enfermera que nos vigila le cuenta que no hay novedades, que todos los parámetros siguen estables y que le informará si algo cambia. Gruñe, y se va. Mi pulso desciende, mis músculos se relajan. No hay más peligro por hoy. Si solo pudiera abrir los ojos...All Rights Reserved
1 part