Dicen que su tatarabuela era bruja, porque sabía de hierbas y era mujer de ciencia, que su abuela seducía marineros en los puertos de Venecia a cambio de licor. Y su madre, bueno que decir de su madre, era una mujer de poca paciencia que atendía por las noches un bar. Con aquella carga a cuestas, se convirtió a temprana edad en Madam Violette, la matrona de la ciudad y en su posada desfilaban entre las mesas las mujeres más hermosas; delgadas y curvilíneas, unas morenas como la azúcar otras blancas como la sal. Aun así todas menos que la hermosa Violette.
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