"Un silencio sepulcral la rodeaba, como el presagio de un final próximo. Las palabras no pronunciadas cortaban como un cuchillo su garganta. Una tétrica nube de pensamientos obstruía sus horas laborales. No había marcha atrás, ella había tomado una decisión, esa relación debía terminar. ¿A caso valía la pena continuar? ¿Era justo tanto sufrimiento por un poco de amor? ¿Podría seguir rompiendo con sus valores? ¿Seguiría botando sus principios moralistas a la basura? ¿Tendría la capacidad de cerrar los ojos y dejar de escuchar a su corazón? ¿Cómo era capaz de seguir haciendo daño a tanta gente? Sus pensamientos se amontonaban con los más altos valores éticos en que estaba fundada, y se sintió una miserable. Sus padres estarían decepcionados de ella y su comportamiento. Las lágrimas que se agolpaban en sus ojos, por fin, se deslizaron por sus mejillas y cayeron como torrentes de agua sobre aquella gélida y pulcra madera. Sentía cómo su corazón se fragmentaba y latía desbocado como queriendo salir, rompiendo todas sus costillas y arrasando con su esternón. Se sentó garbosa y desvió su mirada turbada, pero con decisión, sobre la pantalla de su monitor. - Tengo que dejarlo don Armando, es lo mejor para los dos. - tragó en seco. - esto no va para ninguna parte. - rozó con sus delicados nudillos la fotografía que alumbraba frente a ella, como si del mismo Armando se tratase. - es un sueño inútil."