"¿Imaginabas que sería así?", le preguntó por primera vez.
Eruhaben entró a la habitación de Cale y lo recostó en el sofá junto a la ventana, donde le gustaba sentarse a observar el cielo. Se arrodilló de nuevo y masajeó las piernas vestidas.
"Lo imaginaba diferente", confesó el dragón. "¿Nos odias?", acomodó las piernas con cuidado en el sofá, Cale terminó recostado, ahora lo miraba.
Cale no respondió a esa pregunta.
"Bastardo desafortunado, mira lo lejos que llegamos por miedo a perderte".
Eruhaben se inclinó y le besó la frente.
En la calidez de esa caricia, Cale confesó, "no lo esperaba de ti".
Con una ronca risa se atrevió a abrazarlo, recargar esa cabeza en su pecho y deslizar sus dedos por los mechones sedosos. "Estoy tan cansado de perder personas, Cale".