Me llamo Gabriel, y me resulta intrigante cómo, por circunstancias del destino, me convertí en el chico gracioso de la clase sin haberlo elegido. Mi vida ha estado guiada por la sangre en mis venas y mis raíces, las cuales no dejan de atormentarme. Cuando mi mundo se desmoronaba y me cansé de ello, tomé la decisión de romper con todo y empezar a vivir mi vida. Sin embargo, para un chico de 17 años, vivir solo puede ser extremadamente complicado, y mi padre, uno de los empresarios más importantes del país, no dejaba de ponerme obstáculos para encontrar trabajo, lo que complicaba aún más la situación. No podía volver a esa casa, no lo soportaría otra vez, así que decidí acudir a mi última opción: una vieja amiga de mi madre, la cual también era la jefa de estudios de mi instituto. Con el apoyo de Marisa González, logré emanciparme y huir de esa casa, consiguiendo un piso y una pensión con la que poder vivir y seguir adelante. Al principio, las cosas fueron bien, pero cuando los problemas comenzaron a surgir, tuve que elegir entre volver o quedarme. Y no había duda en mi mente: la segunda opción estaba descartada. Así que luché con todas mis fuerzas, y tras un drástico cambio de aspecto, logré alejarme de ese infierno una vez más. Fue esa misma mañana cuando conocí a alguien muy interesante: Lucas. Este chico, que había estado sentado en el pupitre de al lado del mío desde que comenzamos el instituto y compañero de clase desde infantil, nunca había llamado mi atención. Pero Lucas es diferente, tiene una personalidad única y llamativa que ahora me resulta imposible ignorar. Aunque no sé mucho sobre él ni sobre su vida, él mismo ha abierto la puerta a una amistad. ¿Qué es lo peor que podría pasar? Sí, podría decirse que muchas cosas podrían salir mal, pero, dadas las circunstancias en las que me encuentro, ¿qué más da lo que pueda pasar?
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