Todo comenzó una tarde de invierno en la que el cielo estaba gris, un gris triste donde se notaba en el ambiente una despedida mezclada con odio y rencor. Pasaron noches en vela, mejor dicho, pasó noches en vela mientras él roncaba como un tractor viejo sin preocuparse por la persona que lloraba a su lado simplemente por no ser amada como ella quería. Una mañana se levantó, después de noches sin dormir, se dirigió al cuarto de baño y sin poderse mirar porque sabia la imagen que tenía su cara, se miró al espejo. Fue como si viera su alma rota como si una botella de cristal se rompiera en mil pedazos. Esos ojos verde olivos rojos y cubiertos de lágrimas no podian más. Su paciencia había acabado.
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