El frio arrecia en el exterior. Un páramo helado se extiende por todas partes y en todas direcciones. El invierno eterno vuelve a este paraje un bonito, a la vez que despiadado, cuadro inamovible. En el centro de todo esto, coronando la cima de un montículo, un castillo se alza imponente. La negra y antigua piedra resalta entre la blancura de todo lo demás.