El ser humano no conoce su lugar en el universo, solo por ser la especie más avanzada en la tierra se considera el eslabón perdido, lo cual es todo lo contrario. Hay seres con mayor poder que un simple humano, para esos seres nosotros somos un insignificante átomo, pero, a su vez, les divierte observar como los "átomos" actúan ante su presencia. En cambio nosotros seguimos encerrados en nuestra burbuja, creyendo que el espacio es un magnífico vacío donde lo peor sería vagar sin fin. Nosotros, los desafortunados gatos suicidas, vimos el mal a los ojos y no se llama satanás, ni mora en el infierno; su nombre no existe y su hogar no tiene medidas, lo único que sabemos de él es que le interesa un lugar en específico, dónde los satélites desconocen su ubicación y la realidad se quiebra paulatinamente. Aquella sede de la locura esconde un secreto y tiene que ver con lo que nos observa todos los días sin descanso.