Hay veces que nos cuesta darnos cuenta de las cosas, de lo que sucede a nuestro alrededor, e incluso de lo que le sucede a uno mismo. Hay veces que tratan de acerté abrir los ojos, pero simplemente no quieres aceptar nada en absoluto, no quieres aceptar lo obvio, y es principalmente por miedo. No te atreves a aceptar hasta que sentiste la pérdida, hasta que sentiste el vacío, hasta que sentiste como seria todo a causa de esa perdida, y todo por miedo.
Me atrevo a decir que tuve suerte, que al menos abrí los ojos, que supere el miedo a aceptar, solo para volver a tener otra clase de miedo. Un miedo que te estruja el corazón, esa clase de miedo que te hace sentir que no mereces lo que quieres, y que aparte le pertenece a otro. Esa sensación conocida como celos.
Pero ni pienso negármelo más, no quiero estar sin ella, no llego a comprender porque, pero no quiero, lo único que tengo claro de momento es que esa chica que antes molestaba, ahora paso a ocupar un lugar importante para mí, tal vez demasiado importante.
Como todo hijo de Hermes: robaría su corazón
La segunda temporada de El poder de la naturaleza
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Un pueblo donde no se recibe con mucha gracia a los recién llegados así que cuando Los Steins se mudan a su lado, Leigh no puede evitar sentir curiosidad.
Los Steins son adinerados, misteriosos y muy elegantes. Lucen como el retrato perfecto de una familia, pero ¿Lo son? ¿Qué se esconde detrás de tanta perfección? Y cuando la muerte comienza a merodear el pueblo, todos no pueden evitar preguntarse si tiene algo que ver con los nuevos miembros de la comunidad.
Leigh es la única que puede indagar para descubrir la verdad, ella es la única que puede acercarse al hijo mayor de la familia, el infame, arrogante, y frío Heist.