Todos cargamos memorias del amor que dejó cicatrices en forma de pregunta, del amor que se aferró a nosotros incluso cuando creímos no merecerlo, el amor fugaz que quema como fuego, el amor inesperado que sacude los cimientos y el amor silencioso que habita en los gestos más pequeños.
«¿Es posible desarrollar fuertes sentimientos por una persona que solo has escuchado y mirado a través de una pantalla?».
Durante años, Zack Stormhart ha sido el responsable de robar incontables corazones con tan solo una mirada y una sonrisa. Como guitarrista y vocalista de la aclamada banda británica 7DH, su sola presencia en el escenario provoca un torbellino de emociones y sentimientos. Con cada acorde que toca y con cada palabra de su increíble voz, es capaz de atrapar a la audiencia en un hechizo momentáneo, generando suspiros de admiración y amor.
Entre esos suspiros, emerge uno nuevo, fresco y vibrante: Grash. Un suspiro que resuena en su corazón como una melodía olvidada, un eco que despierta sentimientos que Zack ha estado evitando durante mucho tiempo. La vida de Zack se asemeja al sueño del que muchos no quisieran despertar: dinero, fama e increíbles amigos. Sin embargo, detrás de las luces y los aplausos se esconde una verdad que pocos conocen.
Grash, por su parte, ha enfrentado innumerables desafíos que le han enseñado que la vida no es un camino de rosas. Desde temprana edad, ha aprendido que cada rayo de felicidad puede verse opacado por la tristeza y que el dolor es una parte inevitable de la existencia. Ha aprendido que, a veces, lo único que puedes hacer es limpiar tus lágrimas, respirar hondo y continuar. Ha abrazado la imperfección de la vida, permitiéndose reír y llorar sin temor, sin dolor, reconociendo que cada emoción es un recordatorio de lo que significa estar vivo.
En el viaje hacia el descubrimiento de sí mismos y del amor, aprenderán que, a veces, los corazones más heridos son los que tienen la mayor capacidad de amar
Hanna Elowen tenía una vida que se movía tan rápido como ella: tochito bandera, jugadas perfectas, adrenalina pura y un futuro brillante corriendo a su lado.
Hasta que una lesión- inesperada, cruel- la detuvo de golpe.
Ahora su mundo es más pequeño.
Una silla de ruedas, muletas, una gata emperatriz llamada Nieve, maratones de Harry Potter y la sensación constante de que todo lo que fue... quedó demasiado lejos.
Ella ya no corre.
Ya no compite.
A veces, ni siquiera se atreve a sentir.
Hasta que suena el teléfono.
Es su tío Steve: Head Coach de los New England Kings, fuerza de la naturaleza, experto en gritar, llorar y amar con la misma intensidad.
Y tiene una propuesta imposible: mudarse a Nueva Inglaterra para ser su asistente.
Hanna no está lista para estadios, ni para jugadores gigantes, ni para madrugadas a las cinco de la mañana.
Pero tampoco está lista para seguir rota.
Así que acepta.
Lo que no esperaba era él.
Noah Blackford.
Quarterback estrella.
Favorito de la prensa.
La sonrisa más peligrosa de la AFC.
Y una mirada tan suave que desarma cada una de las paredes que Hanna construyó alrededor de su dolor.
Noah la ve.
Incluso cuando ella misma no sabe cómo hacerlo.
La acompaña, la cuida sin invadir, la escucha cuando su voz tiembla y le recuerda -sin decirlo- que su vida no terminó en esa cancha.
Entre sesiones tácticas, sillas de ruedas que chocan con casilleros, jerseys mal doblados, caídas torpes, atajos emocionales y un quarterback que huele a lluvia y seguridad...
Hanna empieza a descubrir algo que había olvidado: Que aún tiene corazón.
Y late fuerte.
Pero enamorarse nunca fue parte del plan.
Y sanar tampoco.
Eso es lo hermoso -y lo aterrador- de un verdadero fumble: a veces perder la jugada te lleva directo a aquello que nunca supiste que necesitabas.
Con o sin casco.
Con o sin miedo.
Con una mano temblando sobre la rodillera y otra aferrada a un quarterback que la mira como si fuera magia.