¿Has escuchado alguna vez que las apariencias engañan? Carlos, por desgracia, nunca lo había considerado. Pero en esta historia, las máscaras caen más rápido de lo que uno podría imaginar. Sophie Ferrara, aparentemente dulce y sumisa, la niña dorada de sus padres, siempre obedeciendo sin chistar. Parecía la joya más preciada de la corona familiar. Sin embargo, bajo esa superficie de obediencia, ardía un fuego incontrolable. El diablo nunca se presentó ante Carlos con un rostro tan inocente. Ni en sus más salvajes fantasías se habría atrevido a aventurar lo que le aguardaba con Sophie. Pero el deseo a menudo se ríe de las expectativas. Sophie era la prohibición encarnada por innumerables razones que escapaban a un recuento rápido, era. Ahora, ambos se veían obligados a mantener en secreto su juego perverso, encerrados entre cuatro paredes donde el placer era su única norma. Lo que empezó como un encuentro casual para satisfacer necesidades carnales, con una buena dosis de travesura, los condujo hacia problemas de los que jamás hubieran imaginado. Y la diversión recién comenzaba.