20 de enero de 1778, Cabo Francés, Saint Domingue. Un visitante, recién llegado al puerto, se suma al acontecimiento social más comentado de la colonia: la inminente ejecución de un esclavo sedicioso. Curioso y guiado por la intuición, inquiere sobre el proceso. Observa la lista, con los nombres del consejo que emitió sentencia. Encuentra uno que llama su atención. Luego de tantos años de búsqueda allí estaba: Alexandre De Laborde. Junto con la mención de su esposa: Adrienne Legrand. Casi un anagrama de Ariadna. Era la confirmación de una pista que le había llevado hasta esa isla. Podría ser la persona que buscaba. Solicita una entrevista con el condenado. Desea saber más. Allí, topa con una nueva sorpresa, el reo tiene habilidades extraordinarias. Sonrió, el momento era propicio. Su malévola mente, comenzó a urdir un plan. Necesitaría invertir tiempo, dinero y paciencia. Pero: ¿qué significaba el tiempo para él? Nada. Siete centurias habían esperado por Ariadna, diez años sería poco significantes. ¿El dinero? ¡Bah! Una pequeñez...
Once años más tarde, en momentos convulsivos y revolucionarios, los elementos convergen. Muertes inesperadas, arribo de nuevas vidas, la apertura hacia la libertad. La revelación de un ente maligno, no así sus planes, que permanecen ocultos. Los cuerpos sin alma vigilan, con sus ojos de muerto, el ir y devenir de la Mansión Legrand. La finca Grand Riviere du Nord está bajo un asedio silencioso, a punto de estallar.