La iglesia fue el hogar de Sanji desde siempre, así que vio natural seguir su camino hasta llegar a ser sacerdote. De hecho, le quedaba muy poco para ser ordenado como tal, pero justo antes de recibir su ansiado título, unos piratas entraron a la fuerza a su iglesia. Por si fuera poco, el más bárbaro de todos lo tomó como rehén.
Sanji creyó, a su pesar, que sería vendido o asesinado para diversión de sus captores. Sin embargo, el pirata llamado Roronoa tenía planes diferentes para él. Y es que Roronoa pensaba enseñarle el verdadero significado de la palabra pecado.
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