Nunca debí de hacer estado en ese lugar. Nunca debí haber escuchado lo que estaban hablando. Y nunca debí de haber llamado su atención. Ahora lo tengo a centímetros de mi, sintiendo su electrizante mirada recorriéndome como si yo fuera un rico e exquisito pastelito que quisiera devorar de un solo mordisco. El asesino me tiene en la mira y sólo hay una salida. Menos mal que nunca he huido del peligro, él es mi oscuro deseo.