Gian le lleva todas las mañanas el desayuno a su mamá, reprimiendo en lo más profundo de su consciencia que lo único que queda de ella es su cuerpo. Cada noche que pasa se hace más rara con los sonidos provenientes de la habitación de Laura, y ese hombre de la ventana que termina por profanar su cuerpo. Esto obliga a Gian a recorrer los callejones más oscuros de la ciudad en busca de Hernán Lazarrega, un ex-integrante de un cartel, que en sus momentos fue el encargado de realizar sus ejecuciones por su gran estómago... O por la satisfacción que le provocaba.