Porque aunque Xiao sabia que era una estupidez, seguiría hablándole a la luna, con la esperanza de volver a ver a aquel bardo de belleza incomparable. Y aunque Venti sabía que era un cobarde, seguiría revolviendo el cabello del Yaksha con un cariño y protección, casi inconfesables.
Y solo la luna y las estrellas serían testigos del dolor de ambas partes, al no poder verse y hablarse, pero seguir esperándose cada noche, deseando poder volver a encontrase, bajo la luz estelar.