En el corazón sombrío de Asylum, donde los rayos del sol apenas logran atravesar los densos bosques que lo rodean, las casas de madera crujen como si recordaran cada pecado cometido en su interior, sus paredes impregnadas de susurros olvidados y ecos de los secretos que nunca encontraron la redención.
Lo que acecha en la oscuridad no es un asesino común ni una sombra fugaz, sino una presencia intangible, nacida de los miedos más oscuros, las culpas más pesadas y los secretos inconfesables que sus habitantes entierran en lo más profundo de sus almas, convencidos, en vano, de que pueden escapar de ellos. Sin rostro ni forma definida, esta entidad se desliza entre las grietas del miedo humano, alimentándose de arrepentimientos y sombras internas, tomando vida en los peores pensamientos.
Asylum no es solo un pueblo; es una herida abierta que nunca ha cicatrizado. Aquí, el pasado nunca se desvanece, se disfraza de rutina mientras el terror acecha en cada esquina. La entidad no necesita armas físicas, su verdadero poder radica en la conciencia culpable de los habitantes, naciendo del odio, la envidia y la malicia.
Los asesinatos son brutales, pero lo más perturbador no son los cuerpos, sino el vacío que dejan atrás. Y lo más aterrador: la entidad no es un extraño. Puede ser cualquiera. Pueden ser todos. Puedes ser tú.
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