Lázaro Sombra había caído presa de los encantos mas inocentes con los que se había topado. Había sido víctima del golpe de un amor que ni siquiera lo había tocado, que sin siquiera posar su piel, sus delicadas manos o sus exquisitos labios sobre él, lo había condenado para siempre a anhelarlos con la necesidad de un adicto. Porque ella, sin haber hecho algo, sin haber proferido palabra alguna, sin haber revelado los principios de su real sentir, le había robado para siempre la cordura. Y el mayor de los crímenes que Lázaro Sombra cometió fue el haber amado perdidamente a quien no le correspondió.