Nunca me había planteado una vida así.
Seguir aferrada a un recuerdo del pasado es muy doloroso y aún más, cuando no lo has superado.
Cuando me fui de casa, no tenía nada. Y sobre todo, no tenía ni idea de lo complicado que sería vivir conmigo misma, durante tanto tiempo.
Cuando bajé del avión, tenía miedo. No sabía que sería lo primero que me encontraría, le había escrito a unas amigas de cuando íbamos a primaria que se habían mudado fuera, si me podía quedar una temporada con ellas, aunque hacía mucho tiempo que no las veía, algo era algo. Y la verdad es que, lo que más necesitaba ahora era un sitio donde dormir y seguir viviendo sin morirme de hambre.
Nunca antes había estado en Londres, nunca. Y eso me aterraba, nunca había estado más de una semana fuera de casa y cuando lo hacía siempre me iba con mi familia o con alguien cercano a ella, por eso mismo, cuando llamé a Gwen y Margot, fue un subidón de adrenalina que no pude evitar.
Y no del bueno, digamos.
Pero como en toda historia, los clichés a veces se repiten una y otra vez.
Y esta vez, en la mía también se repiten algunos, muy conocidos.
Necesitaba salir de casa.
Deshacerme de todo lo que me molestaba.
Intentar controlar los ataques de ansiedad.
La depresión.
Y toda la mierda de vida qué me rodeaba.
No crei que el amor me llegaría a los 24, mucho menos que era una niña de 17.
¿Problemas?
Uno: es menor.
Dos: es hija del pastor.
Tres: a mi hermano le gusta.
Cuatro: ¡es mi alumna!
Y cinco: es una chica...
Aunque lo último a mi no me importaba.
___________________
En edición.
Finalizada.
Mi gato es el autor 🐱