Era una tarde lluviosa, miraba como se alejaba la estación desde la ventana del autobús. Mi alma también se alejaba. Yo quería estar lejos, este mundo no era para mi. Las pequeñas cosas del día a día ya No me llenaban como antes. Me sentía mal, me sentía sola y apagada. Cada gota en el cristal reflejaba cada una de las lagrimas que había dejado marchar en silencio, desde mi habitación. Lo peor de esa tristeza, era no saber porque estaba triste. Tenía la vida eterna guardada en un tarro de cristal, y dudaba si romperlo. Mis pensamientos estaban desordenados.