La historia de la inmortalidad comenzó con Alexander Corvinus, el primer ser humano con la habilidad de burlar a la muerte. De sus dos hijos, surgieron dos especies que dividirían el mundo en una guerra eterna. William, el primer hombre lobo; y Marcus, el primer vampiro. La tragedia comenzó con el nacimiento de Logan, el primer lycan; y Amelia, la princesa de los vampiros, destinada a liderar a su especie. Estos se enamoraron, de un modo que desafiaba las leyes de la naturaleza y los decretos de los vampiros. Su amor era tan profundo como peligroso, y del fruto de su pasión surgió algo aterrador: un híbrido, mitad vampiro, mitad licano, pero más poderoso que ambos. Esta unión hizo temblar a los vampiros, que veían en el híbrido no solo una abominación, sino una amenaza que destruiría el poder que habían mantenido durante siglos. En su desesperación, el consejo tomó una decisión brutal: condenaron a muerte a Amelia, y con ella, al hijo que llevaba en su vientre. Antes de morir, Amelia juró que volvería, una y otra vez, hasta que su destino se cumpliera. Y así fue. Cada dos siglos, una mujer con la apariencia de Amelia renacía en el mundo humano, pero era perseguida sin piedad, uniendo a vampiros y lycans en una cacería para evitar que el híbrido naciera y desatara un poder inimaginable. Los siglos pasaron, y Logan, lleno de odio y sed de venganza, protegió a estas mujeres, sin embargo, todas terminaban muertas, hasta que apareció Rosie Hughes. Entonces, Logan se vio atrapado entre su deseo de proteger a Rosie y su misión de asegurar el nacimiento del híbrido, un ser que tendría el poder de cambiar para siempre el equilibrio entre vampiros y lycans. En medio de todo, Logan entendió que su verdadera lucha era contra el destino, que lo había maldecido a amar, una y otra vez, a la misma mujer, en un ciclo interminable. La única esperanza era que Rosie sobreviviera, y con ella, naciera el ser que pondría a temblar al mundo sobrenatural.
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