Nada duraba para siempre, ni la confianza, ni las amistades, ni los sueños.
Zelinia, la sirena más despiadada, regresó a los mares de Undaria, dando inicio a la cacería. Sin embargo, no se esperaba que durante su ausencia, el caos se hubiera desatado en sus dominios: habían surgido nuevas rivalidades, y Aleida desapareció.
La mente y el corazón de Nereia ya no estaban en paz. Debía marcharse de Undaria y dejar a sus humanos a la deriva de sirenas hambrientas. Rogaba para que ellos alcanzaran a llegar a Arwell antes de ser cazados. El capitán Einar sabía que ese pueblo era territorio de brujos, pero desconocía lo que allí se estaba gestando.
Nada duraba para siempre, porque la desilusión podía llegar a corromper tan profundo, hasta despertar una insaciable sed de venganza.