Más de alguna vez te has sentido fuera de lugar ¿no? Bueno imagínate como me siento yo, siendo nueva en San Francisco, nada agradable.
Era muy diferente a las chicas de mi edad… O al menos eso es lo que escuchaba que decían cuando le mencionaban mi nombre. Y no es que me moleste, con el tiempo me he ido acostumbrando y como dice, hay que mirar el lado positivo de las situaciones, siempre.
Los problemas ya eran parte de mí, y no era que yo buscaba a los problemas, ellos me buscan a mí. Es algo extraño pero cierto.
Pero lo que no sabía es que mi racha de atraer a los problemas iba a traerme uno mayor.
Él, como el típico chico atlético, cuerpo bien formado, ojos y sonrisa cautivadora, encantador, todo un dios griego. El chico ideal que toda madre querría para su adorada hija, y más cuando es la única chica en su familia, rodeada de hombres, todo el tiempo.
Pero como siempre, ese prototipo de chico tenía algunos (por no decir muchos) defectos, tales como:
• Mujeriego
• Narcisista
• Egocéntrico
Y podría seguir todo el día, pero creo que eso no sería agradable.
Y desde su aparición en mi vida, él fue mi problema… Mi dulce y estúpido problema.
Después de unos meses me volví a enamorar. Sofia y sus ojos verdes me hipnotizaron, me volví esclava de ella, de su forma de amar, de su bondad, de su sonrisa, de su forma de hacerme el amor. Aquella mujer de 36 años se robó mi corazón por completo.