Amelie y Pato eran amigos, buenos amigos, los mejores de hecho. Siempre estaban el uno para el otro, eran la dupla perfecta, decía cualquiera que los veía. Tenían la parte romántica, amorosa y enamoradiza de Amelie. Y la parte salvaje, impulsiva e hiperactiva de Pato. Nunca pensaron que a la larga esos matices suyos fueran a chocar, pero cuando eso sucedió, nació una forma de amarse que no podían ocultar más: Amelie y Pato estaban enamorados hasta las colas, y no había como revertir ese intenso amor que por muchos años negaron rotundamente.
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