De pronto, ocurrió la misteriosa muerte de Aegon envenenado con su vino favorito junto a sus hijos y esposa, los hijos de Helaena y la propia beta muriendo de forma que no pudo ser descubierta aunque le fué atribuido la locura que surgió en ella una vez escuchó cómo murió su hermano y sobrinos. Para cuando Aemond abrió los ojos decidiendo escapar con sus hijos y madre a Antigua, sus hijos empezaron a retorcerse y quejarse entre lágrimas que sufrían mucho dolor. Aemond tomó la copa envenenada que Lucerys, su propio marido, le ofrecía, convencido si no podía vengarse, prefería morir antes que seguir casado con él. No imaginó luego de cerrar los ojos vencido por el veneno, a los minutos despertaría. El malestar en su cabeza desapareció, su cuerpo estaba adormilado como si se hubiera acostado serenamente. Su corazón latió fuertemente cuando abrió los dos ojos. Se tocó la cara, donde debería estar su cicatriz, parpadeó en su ojo izquierdo varias veces, incrédulo. ¡Otra vez podía ver en ambos ojos! Y no volvería a cometer los mismos errores.