Estaban los dos acostados en la cama, él con la cabeza sobre la almohada observando las cortinas del ventanal de la habitación principal moverse con la brisa de la tardecita mientras que Darwin tenía su rostro descansando sobre su panza cubierta por una fina remera de algodón, alternando entre mimos sin apuro y besos cortos a su vientre. Edinson a veces cierra los ojos como cayendo en un corto sueño pero el tacto del más joven en su -todavía- plano estómago continuaba despertandolo. Él duda por un momento, pero luego decide posar su mano sobre sus cabellos largos y sueltos y acariciarlos. Siente como este hunde más la punta de su nariz sobre su piel y los escalofríos que recorren cada nervio del cuerpo de Edinson se encienden como chispas.