En un pequeño y abandonado pueblo, el señor Hermes Julian Walter era conocido por su terrible obsesión por experimentar con cuerpos muertos. No discriminaba entre animales, insectos e incluso personas, utilizando su sangre y mezclándola con líquidos espesos de un olor espeluznante. Para él, eran días normales, pero para los habitantes del pueblo, eran verdaderamente aterradores. Hermes, de aspecto horrendo, tenía la piel vieja, quemada y llena de heridas y manchas de sangre que databan de años atrás. Su último experimento lo llevaba a cabo en el cuerpo de su propia hija, Angelina, utilizando su sangre para sus investigaciones. Sin embargo, algo salió terriblemente mal y Angelina resucitó de forma extraña, con alteraciones físicas inquietantes. Emocionado por esta extraña resurrección, Hermes comenzó a unir las partes de su hija, utilizando una aguja y hilo. A pesar de ser diferente, Angelina seguía siendo su hija, ya fuera muerta, viva o resucitada.
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