Desde pequeño me dijeron que los pecadores van a las cuevas de los renegados al morir, un lugar donde se acepta el dolor en cuerpo y alma como castigo por el daño que causaron en vida.
Las personas que vivieron su vida como gente de bien cuando abandonen este mundo caminarán hasta las plumas de los sin rostro, un lugar donde descansarán junto a sus seres queridos en paz disfrutando del amor y calma.
Pero esos no son los únicos destinos, Hay una ambición que todas las personas desean
Llegar al paraíso, Un mundo personal para cada gran héroe, todo lo que la persona que acceda a este mundo quiera se cumplirá.
Riquezas, Amor, paz, sabiduría.
Un mundo donde eres el dios de tu propia existencia.
Al menos eso decían, decían la gente que me ilusionó con mentiras que hasta ellos creían, No podían comprobar que esas leyendas fueran verdad, pero creer era gratificante.
pensar que los héroes son recompensados con felicidad eterna es bonito, Es hermoso.
Lo es hasta que después de una vida de ayudar a los necesitados y derrotar a los villanos caes al abismo y te das cuenta de que lo que te recibe es una pila de cadáveres desollados.
Abominaciones más deformes que cualquier bestia que haya derrotado en el pasado acariciando con sus extremidades el cuerpo de personas indefensas.
Volviendo sabanas sus pieles, canicas sus ojos, Cuerdas sus intestinos.
Estas bestias no son salvajes, son de lo más cuidadosos con cada uso.
Son el sadismo encarnado, No las bestias.
Si no este mundo, este paraíso.