A veces queremos ser escuchados; enfadados y frustrados porque no hay oídos para nosotros. A veces queremos guardar silencio; encerramos en un cajón lo que nos duele por si algún día lo olvidamos. Y, cuándo por fin llega alguien que nos pide hablar, no sabemos qué decir, o si es buena idea romper el silencio. Me pregunto si es porque nos hemos acomodado a estar escondidos tras los "nada", si es porque estamos acostumbrados al mareo continuo de una espiral donde todo nace y se encasquilla. Sin embargo, lo que tengo claro, es que nuestras palabras formarían pequeñas catástrofes con un final (in)feliz, dependiendo de quién seas: el epicentro o el movimiento. © Todos los derechos reservados. Prohibido el plagio total o parcial y/o adaptaciones. OBRA REGISTRADA EN LA PROPIEDAD INTELECTUAL DE ESPAÑA.
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