En las colinas de Málaga, devastadas por un incendio forestal, Alejandro, un joven emprendedor, paseaba sombrío, reflexionando sobre el impacto ambiental del desastre. Mientras observaba las cenizas, una idea germinó en su mente: ¿y si esas cenizas pudieran tener una segunda vida? Inspirado, comenzó a investigar y descubrió que las cenizas podían ser un ingrediente valioso en la cosmética. Con determinación, Alejandro decidió crear una empresa que no solo sería rentable, sino que también contribuiría a la regeneración del ecosistema.