Beomgyu está comprometido con el señor Kim, con quien contraerá matrimonio una noche después de navidad. Beomgyu está donde está porque ama el dinero y todo lo que con ello pueda hacer, y ciertamente; besar, acariciar, tocar y sentarse en el regazo del hombre no le resulta ningún problema, hasta que diez meses antes de la boda es llevado a conocer al hijo mayor de su prometido: Kim Yeonjun; quien no puede apartar los ojos de él. El problema no es casarse. El problema es que Beomgyu no puede dejar de sentirse débil y necesitado cuando Kim Yeonjun se acerca y le susurra al oído, llamándolo por aquél apodo que le excita tanto aunque no lo defina ni un poco, hasta terminar enrollado en sus brazos, escuchando -mientras es golpeado muy dentro- cada uno de los ruegos por fugarse del compromiso y hacer uno nuevo. «Noona... él no va a vivir el resto de tu vida junto a tí. Y él no va a hacerte sentir como yo. ¿Por qué quieres un viejo cuando me puedes tener a mí, Noona? Si sabes que yo voy a cuidarte, porque te quiero.»