En la penumbra del bosque, donde los árboles se alzan como gigantes silentes, un niño yace solo, envuelto en el misterio de su propia existencia. Su corazón late con la incertidumbre, mientras se sumerge en la oscuridad de lo desconocido. Cada susurro del viento entre las hojas es un enigma, y el crujir de ramas bajo sus pies despierta el eco de preguntas sin respuesta. Ciega, su mirada se pierde en un lienzo de oscuridad, pero su mente, afilada como la hoja de una daga, busca respuestas en cada sonido, en cada textura, bajo sus dedos.
Herido y vulnerable, se convierte en un titán perdido en la danza de sombras, con la necesidad de descifrar el rompecabezas de su propia existencia. Cada paso es un susurro de hojas secas, un capítulo más de la historia que desconoce. Su dolor se entrelaza con la naturaleza circundante, como las raíces de los árboles que buscan apoyo en la tierra. La sangre se mezcla con la tierra, un vínculo primitivo con el bosque que lo envuelve.